Acompáñame en mi silencio

martes, 19 de agosto de 2014

Temperas y Gamas de ti.

“Una relación jamás se desdibuja. Como mucho, uno de los dos, cualquier día, contrasta el color. Pero la relación ya venía delineada para entonces.
Pudo emborronarse en un gesto, en un trazado o en un repaso de decepción que te dejó al amor en inacabado, en algo que en un principio imperceptible e inocuo pero que a la larga acabó dejando sin agua a quien creía tener el material disuelto para que resistiera. O también pudo emborronarse durante un proceso, lo que dura el descubrimiento de lo que creías ya encajado, y sin embargo te das cuenta de que no. Un día descubres que el claroscuro no es sólo una técnica sino una manera de entender el alma, y ese día ya te es imposible estar enamorado sin dejar de buscar la esencia para dejar de estarlo.
Lo que sí te deja cualquier relación son más colores en tu paleta de sentimientos, son muchas más capas en ese cuadro emocional al que llamamos vida. Un cuadro que, como en aquel de Van Gogh en el que fue descubierta una escena de lucha bajo un bodegón, se ha ido pintando encima una y otra vez, enterrando al que un día lo llenó todo y que ahora aún está ahí, aunque ya no se pueda ni se deba estudiar. Porque lo seco que hay debajo igual no te gusta. Porque lo fresco que hay encima igual no te acaba de transmitir.
Cuando lo pintas no eres consciente de lo que tapas. O quizás sí. Al caso, es lo mismo. De manera consciente o inconsciente, tarde o temprano descubres que el color ya no aplica directamente sobre el lienzo blanco e inmaculado, con lo que ya la pintura no agarrará igual, pues ya nunca más volverá a ser un color sin impurezas, con lo que necesitará aplicar más cantidad para conseguir el mismo efecto, o como mucho, similar.
También verás que, sin salirte del margen, debes saber ocuparte. Eso sí que acaba siendo todo un arte. Inundarte sin que te llegue a ahogar. Esparcirse sin llegarse a dispersar. Dejarlo todo pintado y bien pintado.
Y vas acumulando gamas. Y desarrollando matices. Y acumulando bocetos. Y trazos por esbozar. Sea cual sea tu estado, siempre habrá un momento en cualquier relación en el que te preguntes y qué pinto yo aquí. Y ahí, es donde te empiezas a barnizar.
Un día echas de menos los tonos cálidos. Ver una exposición refugiado en otra piel, alimentarte sólo de lo estético y dejar que llueva sobre el resto del mundo mientras compras algún recuerdo caro en la tienda de la entrada.
Otro día te descubres anhelando colores fríos. Borrarlo todo, comprar nuevo lienzo, tener una nueva exposición que poder mostrar. Comenzar una vez mas. 
Y en cualquiera de los dos casos, lo que sí vas a descubrir es que  lámina a lámina son nuevas gamas de grises. La única que jamás deja de crecer. La duda como único marco posible.
El único arte basado en la curiosidad.
Y antes de acabar el cuadro, volver a estampar tu firma y exponerte, ya sea en un museo, o en una galería comercial, incluso en el salón de tu casa, no hay que olvidarse nunca del título, dejar patente ante cualquier marchante las palabras que mejor describan esta obra de arte con brocha gruesa que configura tu historial sentimental. Puedes optar por un título más realista, cotidiano y vulgar.
Recién pintado.”

R.M