Llegar
a casa, mejor dicho, a tu hogar que suena como más íntimo. Enciendes un poco tu
alma, y luego un cigarrillo, te apoyas contra la venta, y sueltas algo más que
el simple humo. Miras hacia adelante, contra el viento, y como si el infinito
viniera a ti, como si el abismo te saludara y piensas cualquier gilipollez de
turno.
Suelo pensar que esa imagen que desprendo,
vista desde fuera, es perfecta para coger una réflex y hacer otra portada de
chica con pelo corto de los años 70, en blanco y negro, por supuesto.
Y luego,
te ahogas con un pensamiento profundo, que viene desde esa canción que tenías
en la cabeza volviendo a casa. Le das otras caladas, y crees que queda un poco
menos de vida, y un poco más de satisfacción contigo misma.
Y te das cuenta, que algo te ha ganado, y no estabas compitiendo.
Ese cigarro último
al que le cuentas tu fracaso
diario, al que le explicas
tus vagos propósitos de enmienda
y que es testigo en ascuas
de tu desolación horizontal
un día, querido, te dará un disgusto.
-El ángel yuxtapuesto- Julio Herranz
El título de la entrada me lo dio mi amiga Alba (sin saberlo).