Dormir y soñar, siendo cosas distintas que se pueden compartir de la misma forma y con la misma persona.
La primera vez que dormimos juntos era pura atracción de la inexperiencia, y como probé ese sentimiento de compartir espacios únicos y pequeños.
La segunda vez sentí seguridad, y más que seguridad tranquilidad, un tipo de droga que me hacia engancharme a ti de una manera inconsciente.
La tercera me importaba una mierda quererte, era genial pasar el brazo por encima de ti, era cómodo y reconfortante... y llegó la adicción.
La cuarta, mejor que un cigarro después de un día duro, me consumía, descansaba, incluso me permitía el lujo de hacer "ruiditos".
La quinta sentí que no había fantasmas del pasado, ni de allí, y que si los había, estaba protegida, era gracioso porque me asusto de bichitos pero no de reconocer mi adicción por ti.
La sexta fue el mayor castigo adquirido, tener que desintoxicarme porque la droga de alguna forma se terminó, o ya no me parecía tan pura, tu te dabas la vuelta, me dabas la espalda y así me aprendí todos tus lunares para bajarme un poco el mono.
Y aquí sigo, durmiendo con dos almohadas en forma de parche.